Una interpretación “contemporánea” y “latinoamericana”
Introducción
En esta oportunidad ahondaré en dos preguntas que, pese a ser tangenciales a mi objeto de investigación, justifican también una reflexión formal. Las preguntas son: ¿Qué le confiere actualidad al trabajo crítico que Ángel Rama y Marta Traba realizaron entre 1968 y 1983? Y ¿Por qué elegí a dos filósofos franceses [Badiou y Ranciére] para sustentar epistemológicamente mi estudio sobre el corpus que dichos críticos produjeron durante ese periodo?
Al desarrollar estas preguntas, me propongo mostrar que Badiou y Ranciére le aportan un sentido filosófico contemporáneo a la línea de investigación en Estética Sociológica del Instituto Caro y Cuervo. Lo cual, en efecto, resaltará tanto su especificidad con respecto a la sociocrítica que le antecede, como sus diferencias frente a una versión de Estética sociológica que se desarrolló en España a mediados del siglo pasado. Especialmente porque las preguntas de esta línea de investigación indagan por el “valor estético” de la obra de arte; es decir que trascienden los límites de su “valor social”. La Estética Sociológica es interpretada aquí como filosofía contemporánea del arte; no como Sociología. Para la estética sociológica española de mediados del siglo xx, el arte es un “factor social”; aquí, en cambio esa perspectiva resulta inadecuada para ahondar en el estudio tanto del sustento social del valor estético como del impacto del arte en la dinámica social. En la línea de investigación del Instituto, se prefieren expresiones como “fuerzas” o “campo” para estudiar las dinámicas del valor estético.
Por otra parte, con respecto a la primera pregunta, mi argumentación tiende a definir una intuición, según la cual Marta Traba y Ángel Rama, específicamente en la crítica que compone mi corpus de estudio, desarrollaron una terminología y una problemática que podría conferir un encuadre latinoamericano a este planteamiento, que yo quiero pensar “contemporáneo”, de la Estética sociológica.
Badiou y Ranciére en el marco de la “Estética sociológica”
Mi investigación está inscrita en el dominio de la Estética sociológica. Ranciere y Badiou aportan los recursos conceptuales que de esa línea de investigación necesito para desarrollarla. O sea que, en última instancia, mi estudio es una indagación sobre los vínculos entre la Estética Sociológica y la crítica que desarrollaron Ángel Rama y Marta Traba durante los años que compartieron como pareja. Una manera particular de ahondar en esta relación es adentrarme en el proceso a través del cual se ha configurado este campo teórico que define la línea de investigación en “Estética sociológica”, hasta indicar, en ese contexto, el lugar que ocupan los filósofos referidos.
Al desarrollar estas preguntas, me propongo mostrar que Badiou y Ranciére le aportan un sentido filosófico contemporáneo a la línea de investigación en Estética Sociológica del Instituto Caro y Cuervo. Lo cual, en efecto, resaltará tanto su especificidad con respecto a la sociocrítica que le antecede, como sus diferencias frente a una versión de Estética sociológica que se desarrolló en España a mediados del siglo pasado. Especialmente porque las preguntas de esta línea de investigación indagan por el “valor estético” de la obra de arte; es decir que trascienden los límites de su “valor social”. La Estética Sociológica es interpretada aquí como filosofía contemporánea del arte; no como Sociología. Para la estética sociológica española de mediados del siglo xx, el arte es un “factor social”; aquí, en cambio esa perspectiva resulta inadecuada para ahondar en el estudio tanto del sustento social del valor estético como del impacto del arte en la dinámica social. En la línea de investigación del Instituto, se prefieren expresiones como “fuerzas” o “campo” para estudiar las dinámicas del valor estético.
Por otra parte, con respecto a la primera pregunta, mi argumentación tiende a definir una intuición, según la cual Marta Traba y Ángel Rama, específicamente en la crítica que compone mi corpus de estudio, desarrollaron una terminología y una problemática que podría conferir un encuadre latinoamericano a este planteamiento, que yo quiero pensar “contemporáneo”, de la Estética sociológica.
Badiou y Ranciére en el marco de la “Estética sociológica”
Mi investigación está inscrita en el dominio de la Estética sociológica. Ranciere y Badiou aportan los recursos conceptuales que de esa línea de investigación necesito para desarrollarla. O sea que, en última instancia, mi estudio es una indagación sobre los vínculos entre la Estética Sociológica y la crítica que desarrollaron Ángel Rama y Marta Traba durante los años que compartieron como pareja. Una manera particular de ahondar en esta relación es adentrarme en el proceso a través del cual se ha configurado este campo teórico que define la línea de investigación en “Estética sociológica”, hasta indicar, en ese contexto, el lugar que ocupan los filósofos referidos.
Groso modo, en el desarrollo
de este enfoque epistemológico, identifico cuatro etapas: la de los primeros pioneros;
en la que se pueden enumerar a J. J.
Rousseau, I. Kant, J. W. Goethe, G. F.
W. Hegel y Madame de Staël.
La segunda
etapa, aun de pioneros, gira en torno a la producción de George Lukács;
concretamente la de su periodo premarxista. En ese entorno conceptual se
encuentran también la producción de M. Bajtin y la de J. Mukarovsky; aun cuando
la entrada de Bajtin en este campo se registre solo hasta finales de los años
60.
Este grupo
contribuye a la definición de una sociología de la literatura y del arte; aporta
criterios como el de la relación entre el alma del protagonista y la realidad, que
da lugar a la clasificación lukacsiana de la novela. Aporta intuiciones como la
de “la nueva función del tiempo en la novela”. Plantea la alternativa estética
–respecto al irracionalismo –como manera de resistir al racionalismo
positivista. Pese a sus debilidades, estos aportes están en la base de los
conceptos constitutivos de la Estética
sociológica. La lista, claro está, no para allí; también es preciso
mencionar nociones como la de “estructura significativa” o “forma” –fundamental
en la teoría de los géneros literarios–, o recordar el sentido eminentemente
dialéctico que Goldmann detectó en la manera en que el joven Lukács observó la
novela; lo cual, a su vez, lo llevó a establecer esa tremenda homología entre
la fuerzas reguladoras de la novela y las que regulan la vida del “hombre
económico”…; y muchas otras sutilezas que quien ha participado del seminario en
Estética sociológica difícilmente podrá olvidar; incluyendo los aportes de
Mukarovsky y los de Bajtin (sea cual sea el estatus de realidad de su
existencia).
La tercera
etapa, dio el paso de la Sociología de la literatura y del arte, a la
Sociocrítica. A su origen contribuyeron trabajos como las lecturas de Goldmann
a los estudios freudianos sobre el arte y la literatura, o la apropiación
crítica que Julia Kristeva hace del psicoanálisis lacaniano, en su orientación
de orden filosófico; entre muchos otros que escapan a mi dominio inmediato. Es
Pierre Zima quien prácticamente bautiza esta antecesora inmediata de la Estética sociológica; su estudio del
sentido filosófico de la teoría literaria y sus cuestionamientos a la
sociología de la novela abren el espacio a una idea de la crítica literaria
independiente de las necesidades del campo sociológico.
El carácter problemático de
la sociocrítica obedeció desde su origen a que al tiempo que sus practicantes
sentían esa necesidad tremenda de no conformar un sub-campo especializado en el
dominio de la Sociología, tampoco lograban conquistar un dominio pleno, autónomo
y fundacional para los Estudios literarios. La necesidad de acceder al valor
estético como concepto primordial fue su objetivo, no su principio; así lo
verifico, por ejemplo, en el cuaderno de trabajo que en 1995 publicó la maestra
Pouliquen bajo el título global: Para una
poética sociológica, en el cual se presenta una reflexión sobre los
cuestionamientos vehementes que la Sociocrítica misma hacía a los conceptos
centrales de la Sociología de la literatura (Forma [Lukács], Visión de mundo
[Goldmann], Forma arquitectónica y Forma composicional [Bajtin], etcétera) en
busca de una precisión sobre el valor estético. Apoya entonces su reflexión en
dos traducciones; una en la que Zima, basado en Adorno, analiza el “rechazo al
hegelianismo de Lukács”; y, la otra, un trabajo en el que Edmond Cross, para
sustraerse de la crítica que busca cierta “visión de mundo” en la obra, aporta
un particular modo de proceder: su micro-semiótica del texto literario.
En este
punto de la historia, el Instituto Caro y Cuervo fundó la primera Maestría en
Literatura Hispanoamericana del país; la cual mantuvo abierta desde 1982 hasta
finales de la década pasada. En ese contexto la sociocrítica fue objeto de un
importante desarrollo. Con todo y su sentido problemático y quizás precisamente
por eso mismo, el Seminario en sociocrítica hizo escuela en Colombia.
La mayor parte de las publicaciones de la maestra Pouliquen está adscrita a esa
perspectiva epistemológica. También los aportes a la definición del campo de la
novela en Colombia, hechos por ella y por algunos de sus estudiantes más
dedicados –como por ejemplo Diana Diaconu, Paula Andrea Marín o Jaime Merchán–
sobre la base de las principales nociones aportadas por la Sociología de Pierre
Bourdieu.
Por otra
parte, Iván Padilla y Paula Andrea Altafulla han entrado más de lleno a
preguntarse por el “valor estético” en los términos de la Estética sociológica: la inquietud estética es algo que en Iván
Padilla se ha expresado desde sus primeros escritos; la inquietud por la noción
de sujeto, dada en el marco filosófico del psicoanálisis, es la marca que
identifico en la tesis de Paula Altafulla. Esta noción de sujeto, en el
planteamiento teórico de la maestra Pouliquen, es condición necesaria para la
definición que ella intenta hacer de una nueva clase de novela… la “novela del
encanto de la interioridad”; que sería, a mi modo de ver, un objetivo concreto
de la Estética sociológica.
Así, es
posible identificar un momento crucial para el surgimiento de la Estética
sociológica: al diseñar el programa de la Maestría
en Literatura y Cultura, se abrió el espacio oportuno para dar un giro en
la investigación sobre el cruce entre literatura, arte y sociedad. En ese
contexto se vislumbró la posibilidad de fundamentar la línea de investigación
en Estética sociológica. Ya
en otro momento referí uno de los efectos que identifico de esa decisión: en la
división disciplinar de la Maestría en Literatura Hispanoamericana, la
pertinencia de un proyecto como el que desarrollaron Ángel Rama y Marta Traba tendría
que ser necesariamente parcial: porque para investigadores interesados en
problemas literarios, el estudio de la obra crítica de Marta Traba resultaría
irrelevante; cuestión de los interesados en los problemas de las artes
visuales. Así, ninguna disciplina aportaba el contexto necesario al estudio del
diálogo que ellos desarrollaron. Al crear la Maestría en Literatura y Cultura, entre otros efectos, se abrió la
posibilidad de realizar un estudio transdisciplinario, capaz de dar cuenta de
los vínculos intelectuales entre el campo literario y el de las artes visuales;
los cuales forman parte del sustento sensible del campo general de la cultura.
Lo que quiero decir con esta reiteración es que si en el paso de la sociología
de la literatura a la sociocrítica se abrió un proceso hacia la autonomía de la
crítica respecto a las inquietudes sociológicas; en el paso de la sociocrítica
a la estética sociológica esta autonomía se da por hecho y se abre la
posibilidad de expandirla a otros dominios de la producción creativa; ya no se
está obligado a referirse a una sociocrítica del arte y otra sociocrítica
literaria, separadas positivamente, especializadas. El valor estético
restablece el sentido artístico de la obra literaria; en consecuencia, abre un
espacio a la reflexión transdisciplinaria indispensable si se quiere conocer la
forma en que el valor estético vincula las diversas manifestaciones creativas
de la cultura.
Queda así preparada mi justificación para dar forma a una
metodología basada en los aportes filosóficos que Ranciére y Badiou pueden
hacer a ese objetivo de desarrollar una Estética sociológica que me permita
volver sobre el legado crítico que desarrollaron Ángel Rama y Marta Traba en un
diálogo que yo pienso amoroso y trascendental.
La descripción detallada de esos aportes es el contenido al
cual me esfuerzo aun por dar una forma relativamente acabada en mi trabajo de
grado; por lo pronto me limitaré a indicar los aportes de Badiou y Ranciére a
mi corpus de investigación. Los cuales, a su vez, serían los aportes probados
de estos filósofos a la Línea de investigación en Estética Sociológica.
De Badiou resultan significativos, para
los intereses de mi investigación, su actualización de la filosofía, su
planteamiento de lo contemporáneo en la filosofía como oposición a la sofística
de los posmodernos; un argumento que me permite dar sentido a la idea de una
estética contemporánea. Otro gesto que también siento pertinente de esa etapa
de su obra, es aquel según el cual habría que independizar el sentido de la
filosofía de ese verse sometida por, y reducida a, su historia. Desligarla de la
variable tiempo, para decirlo como lo he pensado; o sea: relativizarla. Un
gesto más sobre ese sentido contemporáneo de la filosofía, lo aporta su
alternativa matemática a la noción de “diferencia”: Badiou prefiere acudir al
concepto de “sustracción”. La otra dimensión que de su obra genera
posibilidades interpretativas en mi estudio es su reflexión sobre el amor.
Porque es precisamente ese vínculo amoroso, en lo que atañe a la producción
compartida por Ángel Rama y Marta Traba, lo que da un sentido singular a mi
abordaje de la obra crítica que ellos realizaron. Y aquí es justo detenerse
para responder sin el menor asomo de duda a la pregunta por la actualidad del
aporte de estos autores: no hemos entrado a ver aún ese diálogo amoroso
trascendental que está inscrito en la producción que realizaron mientras
compartieron sus vidas; se han hecho estudios de corte analítico sobre las
categorías en las que trabajo una y el otro, estudios tendientes a verificar la
validez o la vigencia de esta o aquella apreciación. Pero no creo que esté allí
lo más valioso en ellos: ese diálogo amoroso como sustento operativo en la
realización de sus proyectos críticos.
Faltaría señalar el aporte de Badiou a la contextualización
global de mi corpus de estudio y ese aporte, al que me referí en una ponencia
anterior, sobre la manera de afrontar el oficio: “tratar el texto”, algo
cercano a la micro semiótica de Cross pero que no renuncia a la posibilidad de
cierta totalidad transitoria, inmersa en el variabilidad de la incompletitud.
De Ranciere tomo principalmente dos
aportes; el concepto de “transdisciplinariedad” que desarrolla en su texto
titulado El inconsciente estético, en
el cual convergen sus reflexiones sobre La
palabra muda, sobre la relación entre Política y estética; y el concepto de
“desacuerdo” que funda su definición de los regímenes del arte y, en ese
contexto, su precisión más estética que sociológica de lo que él denomina el
“régimen estético del arte”, el cual en cierto sentido replantea la noción de
“campo” que Bourdieu acuñara desde un enfoque más allegado a la Sociología.
Para concluir
Quizás esta breve enumeración
panorámica sea suficiente para dejar ver los límites que diferencian a la
Estética sociológica de su antecesora inmediata –la Sociocrítica–, y hacerse
una idea tanto del lugar que ocupan, en ella, los aportes de Alain Badiou y de Jaques
Ranciére, como de lo que aún falta por ver en la producción crítica de Marta
Traba y Ángel Rama.
[1] Ponencia
presentada por Óscar Enrique Alfonso, de la línea de investigación en Estética
Sociológica, de la Maestría en Literatura y Cultura, del Seminario Andrés Bello
- Instituto Caro y Cuervo, en mayo de 2015.






No hay comentarios:
Publicar un comentario