jueves, 26 de octubre de 2017

Qué es esto que llamamos estética sociológica

Una interpretación “contemporánea” y “latinoamericana”


Introducción 

En esta oportunidad ahondaré en dos preguntas que, pese a ser tangenciales a mi objeto de investigación, justifican también una reflexión formal. Las preguntas son: ¿Qué le confiere actualidad al trabajo crítico que Ángel Rama y Marta Traba realizaron entre 1968 y 1983? Y ¿Por qué elegí a dos filósofos franceses [Badiou y Ranciére] para sustentar epistemológicamente mi estudio sobre el corpus que dichos críticos produjeron durante ese periodo?

Al desarrollar estas preguntas, me propongo mostrar que Badiou y Ranciére le aportan un sentido filosófico contemporáneo a la línea de investigación en Estética Sociológica del Instituto Caro y Cuervo. Lo cual, en efecto, resaltará tanto su especificidad con respecto a la sociocrítica que le antecede, como sus diferencias frente a una versión de Estética sociológica que se desarrolló en España a mediados del siglo pasado. Especialmente porque las preguntas de esta línea de investigación indagan por el “valor estético” de la obra de arte; es decir que trascienden los límites de su “valor social”. La Estética Sociológica es interpretada aquí como filosofía contemporánea del arte; no como Sociología. Para la estética sociológica española de mediados del siglo xx, el arte es un “factor social”; aquí, en cambio esa perspectiva resulta inadecuada para ahondar en el estudio tanto del sustento social del valor estético como del impacto del arte en la dinámica social. En la línea de investigación del Instituto, se prefieren expresiones como “fuerzas” o “campo” para estudiar las dinámicas del valor estético.

Por otra parte, con respecto a la primera pregunta, mi argumentación tiende a definir una intuición, según la cual Marta Traba y Ángel Rama, específicamente en la crítica que compone mi corpus de estudio, desarrollaron una terminología y una problemática que podría conferir un encuadre latinoamericano a este planteamiento, que yo quiero pensar “contemporáneo”, de la Estética sociológica.


Badiou y Ranciére en el marco de la “Estética sociológica”

Mi investigación está inscrita en el dominio de la Estética sociológica. Ranciere y Badiou aportan los recursos conceptuales que de esa línea de investigación necesito para desarrollarla. O sea que, en última instancia, mi estudio es una indagación sobre los vínculos entre la Estética Sociológica y la crítica que desarrollaron Ángel Rama y Marta Traba durante los años que compartieron como pareja. Una manera particular de ahondar en esta relación es adentrarme en el proceso a través del cual se ha configurado este campo teórico que define la línea de investigación en “Estética sociológica”, hasta indicar, en ese contexto, el lugar que ocupan los filósofos referidos.




Groso modo, en el desarrollo de este enfoque epistemológico, identifico cuatro etapas: la de los primeros pioneros; en la que se pueden enumerar a J. J. Rousseau, I. Kant, J. W. Goethe, G. F. W. Hegel y Madame de Staël. 

La segunda etapa, aun de pioneros, gira en torno a la producción de George Lukács; concretamente la de su periodo premarxista. En ese entorno conceptual se encuentran también la producción de M. Bajtin y la de J. Mukarovsky; aun cuando la entrada de Bajtin en este campo se registre solo hasta finales de los años 60.

Este grupo contribuye a la definición de una sociología de la literatura y del arte; aporta criterios como el de la relación entre el alma del protagonista y la realidad, que da lugar a la clasificación lukacsiana de la novela. Aporta intuiciones como la de “la nueva función del tiempo en la novela”. Plantea la alternativa estética –respecto al irracionalismo –como manera de resistir al racionalismo positivista. Pese a sus debilidades, estos aportes están en la base de los conceptos constitutivos de la Estética sociológica. La lista, claro está, no para allí; también es preciso mencionar nociones como la de “estructura significativa” o “forma” –fundamental en la teoría de los géneros literarios–, o recordar el sentido eminentemente dialéctico que Goldmann detectó en la manera en que el joven Lukács observó la novela; lo cual, a su vez, lo llevó a establecer esa tremenda homología entre la fuerzas reguladoras de la novela y las que regulan la vida del “hombre económico”…; y muchas otras sutilezas que quien ha participado del seminario en Estética sociológica difícilmente podrá olvidar; incluyendo los aportes de Mukarovsky y los de Bajtin (sea cual sea el estatus de realidad de su existencia).



La tercera etapa, dio el paso de la Sociología de la literatura y del arte, a la Sociocrítica. A su origen contribuyeron trabajos como las lecturas de Goldmann a los estudios freudianos sobre el arte y la literatura, o la apropiación crítica que Julia Kristeva hace del psicoanálisis lacaniano, en su orientación de orden filosófico; entre muchos otros que escapan a mi dominio inmediato. Es Pierre Zima quien prácticamente bautiza esta antecesora inmediata de la Estética sociológica; su estudio del sentido filosófico de la teoría literaria y sus cuestionamientos a la sociología de la novela abren el espacio a una idea de la crítica literaria independiente de las necesidades del campo sociológico.

El carácter problemático de la sociocrítica obedeció desde su origen a que al tiempo que sus practicantes sentían esa necesidad tremenda de no conformar un sub-campo especializado en el dominio de la Sociología, tampoco lograban conquistar un dominio pleno, autónomo y fundacional para los Estudios literarios. La necesidad de acceder al valor estético como concepto primordial fue su objetivo, no su principio; así lo verifico, por ejemplo, en el cuaderno de trabajo que en 1995 publicó la maestra Pouliquen bajo el título global: Para una poética sociológica, en el cual se presenta una reflexión sobre los cuestionamientos vehementes que la Sociocrítica misma hacía a los conceptos centrales de la Sociología de la literatura (Forma [Lukács], Visión de mundo [Goldmann], Forma arquitectónica y Forma composicional [Bajtin], etcétera) en busca de una precisión sobre el valor estético. Apoya entonces su reflexión en dos traducciones; una en la que Zima, basado en Adorno, analiza el “rechazo al hegelianismo de Lukács”; y, la otra, un trabajo en el que Edmond Cross, para sustraerse de la crítica que busca cierta “visión de mundo” en la obra, aporta un particular modo de proceder: su micro-semiótica del texto literario.



En este punto de la historia, el Instituto Caro y Cuervo fundó la primera Maestría en Literatura Hispanoamericana del país; la cual mantuvo abierta desde 1982 hasta finales de la década pasada. En ese contexto la sociocrítica fue objeto de un importante desarrollo. Con todo y su sentido problemático y quizás precisamente por eso mismo, el Seminario en sociocrítica hizo escuela en Colombia. 

La mayor parte de las publicaciones de la maestra Pouliquen está adscrita a esa perspectiva epistemológica. También los aportes a la definición del campo de la novela en Colombia, hechos por ella y por algunos de sus estudiantes más dedicados –como por ejemplo Diana Diaconu, Paula Andrea Marín o Jaime Merchán– sobre la base de las principales nociones aportadas por la Sociología de Pierre Bourdieu.



Por otra parte, Iván Padilla y Paula Andrea Altafulla han entrado más de lleno a preguntarse por el “valor estético” en los términos de la Estética sociológica: la inquietud estética es algo que en Iván Padilla se ha expresado desde sus primeros escritos; la inquietud por la noción de sujeto, dada en el marco filosófico del psicoanálisis, es la marca que identifico en la tesis de Paula Altafulla. Esta noción de sujeto, en el planteamiento teórico de la maestra Pouliquen, es condición necesaria para la definición que ella intenta hacer de una nueva clase de novela… la “novela del encanto de la interioridad”; que sería, a mi modo de ver, un objetivo concreto de la Estética sociológica.

Así, es posible identificar un momento crucial para el surgimiento de la Estética sociológica: al diseñar el programa de la Maestría en Literatura y Cultura, se abrió el espacio oportuno para dar un giro en la investigación sobre el cruce entre literatura, arte y sociedad. En ese contexto se vislumbró la posibilidad de fundamentar la línea de investigación en Estética sociológica. Ya en otro momento referí uno de los efectos que identifico de esa decisión: en la división disciplinar de la Maestría en Literatura Hispanoamericana, la pertinencia de un proyecto como el que desarrollaron Ángel Rama y Marta Traba tendría que ser necesariamente parcial: porque para investigadores interesados en problemas literarios, el estudio de la obra crítica de Marta Traba resultaría irrelevante; cuestión de los interesados en los problemas de las artes visuales. Así, ninguna disciplina aportaba el contexto necesario al estudio del diálogo que ellos desarrollaron. Al crear la Maestría en Literatura y Cultura, entre otros efectos, se abrió la posibilidad de realizar un estudio transdisciplinario, capaz de dar cuenta de los vínculos intelectuales entre el campo literario y el de las artes visuales; los cuales forman parte del sustento sensible del campo general de la cultura. Lo que quiero decir con esta reiteración es que si en el paso de la sociología de la literatura a la sociocrítica se abrió un proceso hacia la autonomía de la crítica respecto a las inquietudes sociológicas; en el paso de la sociocrítica a la estética sociológica esta autonomía se da por hecho y se abre la posibilidad de expandirla a otros dominios de la producción creativa; ya no se está obligado a referirse a una sociocrítica del arte y otra sociocrítica literaria, separadas positivamente, especializadas. El valor estético restablece el sentido artístico de la obra literaria; en consecuencia, abre un espacio a la reflexión transdisciplinaria indispensable si se quiere conocer la forma en que el valor estético vincula las diversas manifestaciones creativas de la cultura.

Queda así preparada mi justificación para dar forma a una metodología basada en los aportes filosóficos que Ranciére y Badiou pueden hacer a ese objetivo de desarrollar una Estética sociológica que me permita volver sobre el legado crítico que desarrollaron Ángel Rama y Marta Traba en un diálogo que yo pienso amoroso y trascendental.

La descripción detallada de esos aportes es el contenido al cual me esfuerzo aun por dar una forma relativamente acabada en mi trabajo de grado; por lo pronto me limitaré a indicar los aportes de Badiou y Ranciére a mi corpus de investigación. Los cuales, a su vez, serían los aportes probados de estos filósofos a la Línea de investigación en Estética Sociológica.



De Badiou resultan significativos, para los intereses de mi investigación, su actualización de la filosofía, su planteamiento de lo contemporáneo en la filosofía como oposición a la sofística de los posmodernos; un argumento que me permite dar sentido a la idea de una estética contemporánea. Otro gesto que también siento pertinente de esa etapa de su obra, es aquel según el cual habría que independizar el sentido de la filosofía de ese verse sometida por, y reducida a, su historia. Desligarla de la variable tiempo, para decirlo como lo he pensado; o sea: relativizarla. Un gesto más sobre ese sentido contemporáneo de la filosofía, lo aporta su alternativa matemática a la noción de “diferencia”: Badiou prefiere acudir al concepto de “sustracción”. La otra dimensión que de su obra genera posibilidades interpretativas en mi estudio es su reflexión sobre el amor. Porque es precisamente ese vínculo amoroso, en lo que atañe a la producción compartida por Ángel Rama y Marta Traba, lo que da un sentido singular a mi abordaje de la obra crítica que ellos realizaron. Y aquí es justo detenerse para responder sin el menor asomo de duda a la pregunta por la actualidad del aporte de estos autores: no hemos entrado a ver aún ese diálogo amoroso trascendental que está inscrito en la producción que realizaron mientras compartieron sus vidas; se han hecho estudios de corte analítico sobre las categorías en las que trabajo una y el otro, estudios tendientes a verificar la validez o la vigencia de esta o aquella apreciación. Pero no creo que esté allí lo más valioso en ellos: ese diálogo amoroso como sustento operativo en la realización de sus proyectos críticos.

Faltaría señalar el aporte de Badiou a la contextualización global de mi corpus de estudio y ese aporte, al que me referí en una ponencia anterior, sobre la manera de afrontar el oficio: “tratar el texto”, algo cercano a la micro semiótica de Cross pero que no renuncia a la posibilidad de cierta totalidad transitoria, inmersa en el variabilidad de la incompletitud.



De Ranciere tomo principalmente dos aportes; el concepto de “transdisciplinariedad” que desarrolla en su texto titulado El inconsciente estético, en el cual convergen sus reflexiones sobre La palabra muda, sobre la relación entre Política y estética; y el concepto de “desacuerdo” que funda su definición de los regímenes del arte y, en ese contexto, su precisión más estética que sociológica de lo que él denomina el “régimen estético del arte”, el cual en cierto sentido replantea la noción de “campo” que Bourdieu acuñara desde un enfoque más allegado a la Sociología.

Para concluir 

Quizás esta breve enumeración panorámica sea suficiente para dejar ver los límites que diferencian a la Estética sociológica de su antecesora inmediata –la Sociocrítica–, y hacerse una idea tanto del lugar que ocupan, en ella, los aportes de Alain Badiou y de Jaques Ranciére, como de lo que aún falta por ver en la producción crítica de Marta Traba y Ángel Rama.





[1] Ponencia presentada por Óscar Enrique Alfonso, de la línea de investigación en Estética Sociológica, de la Maestría en Literatura y Cultura, del Seminario Andrés Bello - Instituto Caro y Cuervo, en mayo de 2015.

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